LAS
NUEVAS TENDENCIAS DE LA EVALUACIÓN DEL APRENDIZAJE EN EL
QUEHACER PEDAGÓGICO
JAVIER ESTEBAN LEÓN
DÍAZ
Como docentes comprometidos con la calidad educativa que
se brinda a nuestros estudiantes, es que
buscamos actualizarnos y capacitarnos como hoy lo hacemos en esta interesante Especialización
en matemática, pretendiendo así aprender
de nuestra práctica y las experiencias de los demás colegas, comprobando, día a
día, que la evaluación cobra una importancia cada vez mayor porque desempeña un
papel primordial en el proceso de enseñanza aprendizaje.
La evaluación en el ámbito educativo tiene como propósito
fundamental mejorar el proceso y los resultados del aprendizaje. En este
sentido se debe realizar en forma permanente de tal manera que sepamos dónde
están las potencialidades, las virtudes, los vacíos o las dificultades, con la
finalidad de intervenir oportunamente para superarlas. En este sentido, se dice
que la evaluación permite un seguimiento de las capacidades y competencias para
identificar hasta qué punto el estudiante ha aprendido. Según Angulo Rasco advierte que: “el concepto
de evaluación tiene más sinónimos de los que un buen diccionario de la lengua
española podría soportar.”, esto ha ocasionado que a lo largo del tiempo se la
emplee con diversas formas y finalidades. Por ello en este ensayo se intenta
hacer una reflexión sobre las nuevas tendencias de la evaluación del
aprendizaje en el quehacer pedagógico.
En nuestra práctica pedagógica, cuando ejecutamos la evaluación del
aprendizaje en particular, los docentes raramente seguimos los principios de un
paradigma bien definido. Más bien, parece ser que mucho de la forma de hacer
educación en las instituciones educativas está más basada en la intuición y
experiencia del docente que en el seguimiento de principios psicopedagógicos
probados. Uno puede decirse a sí mismo constructivista, cuando en realidad
procede a veces de una forma humanista para tratar de entender el sentir de sus
alumnos, o de una forma conductista cuando el docente pierde la paciencia y utiliza
la evaluación con fines punitivos y sancionadores a sus estudiantes por
portarse mal.
El currículum oficial puede decir una cosa, pero a veces el currículum
real que se lleva a cabo en los salones de clases plantea situaciones distintas.
Muchas veces, cuando llevamos a cabo la evaluación del aprendizaje, suponemos
que estamos siendo muy objetivos, justos y equitativos al evaluar a nuestros
alumnos y al asignarles calificaciones. A pesar de esto, sabemos que no todos
los alumnos quedan satisfechos con nuestra forma de evaluar. Nunca falta un
alumno que argumente que su calificación asignada es injusta y que por ende muestre su
malestar. Y también tenemos el caso de alumnos que no dicen nada, que no tienen
argumentos para cuestionarnos, pero que de alguna forma muestran una afectación
en su estado emocional y un posible daño en su autoestima. En consecuencia
algunos estados emocionales llegan a afectar la motivación para aprender.
Aceptemos a no, los docentes tenemos, a veces, predisposiciones a favor
o en contra de ciertos alumnos. Nos sentimos más inclinados a aquellos que nos
ponen más atención en el aula y a veces generamos estereotipos de nuestros
alumnos, estereotipos que muchas veces se convierten en prejuicios y los
prejuicios en discriminación. Por ello es importante llevar a cabo una evaluación inicial o
diagnóstica para identificar los problemas a solucionar en el proceso educativo
o conocer desde donde debemos partir con el aprendizaje de los estudiantes para
lograr que mejoren día tras día.
El papel
que toma la evaluación en las sesiones de aprendizaje, debe ser de acuerdo a un
modelo en el cual se tomen las experiencias que han adquirido los estudiantes,
para que los objetivos se cumplan es necesario la participación no sólo de los
docentes, sino también de los padres de familia, los estudiantes, las
asociaciones, el personal no docente, entre otros. Esta participación repercutirá
en las decisiones referidas a las estrategias, técnicas e instrumentos a
utilizar, y más que nada en los aprendizajes que adquieran los estudiantes.
Anteriormente
en la evaluación se definían los objetivos en términos que se podían medir y
observar, la importancia radicaba en medir un conocimiento por medio de los
resultados obtenidos. Aún en el sistema existen docentes que mantienen la
evaluación como un proceso difícil de manejar y que sus exigencias son
complicadas para el estudiante debido a que aumentan la dificultad de lo
exigido o bien a que se modifican los modelos de corrección y evaluación. Estas
evaluaciones tradicionales, sólo revelan, lo que fuera de contexto, el estudiante
pueda reconocer, recordar de aquello que aprendió, usualmente se limita a la prueba de papel y
lápiz y de respuestas únicas. Las pruebas tradicionales, piden al estudiante el
seleccionar o el escribir la respuesta correcta, sin tener en cuenta las
razones, es decir evalúa en forma estática y a menudo arbitraria los elementos que
operativizan las habilidades que se pretenden lograr.
Ahora podemos observar, que
las tendencias de la evaluación de los aprendizajes, trazan direcciones tales:
- Del rendimiento académico de los estudiantes,
a la evaluación de la consecución de los objetivos programados.
- De la evaluación de productos (resultados), a
la evaluación de procesos y productos.
- De la búsqueda de atributos o rasgos
estandarizables, a lo singular o idiosincrásico.
- De la fragmentación, a la evaluación
holística, globalizadora, del ser (el estudiante) en su unidad o
integridad y en su contexto.
Estas
tendencias no se dan de modo paralelo, tienen múltiples puntos de contacto y
funciones entre sí. Algunas van perdiendo fuerza dentro de las ideas
pedagógicas, aun cuando dominan la práctica; otras se vislumbran como
emergentes.
La
primera línea enunciada se mantiene, en lo fundamental, centrada en los productos
o resultados. En los primeros decenios del presente siglo la atención al
rendimiento académico de los estudiantes, fue el aspecto privilegiado en la
evaluación del aprendizaje. Además el sistema de referencia basado en la norma,
privilegia la obtención de indicadores estandarizables del objeto de
evaluación, comunes a todos los individuos evaluados, de modo que permita
establecer la posición relativa de cada uno con los demás. A tal efecto la
aplicación de exámenes, iguales en cuanto a contenido y forma, unifica la
situación de prueba, por lo que sus resultados sirven para establecer los estándares
y comparar las realizaciones individuales con los mismos, La evaluación de y
por objetivos, surge y se constituye en el paradigma, aun dominante, de la
evaluación del aprendizaje. Se trata igualmente de buscar los productos del
aprendizaje para valorarlos, pero marca diferencias importantes respecto al
simple rendimiento o aprovechamiento docente anteriormente referido. Sin
embargo esta evaluación es insuficiente, porque desatiende el proceso de
aprendizaje.
La evaluación deber ser vista como un proceso, no como un suceso en el cual se deben buscar vivencias de aprendizaje y no sólo evidencias. Es así como toma forma el concepto de “Evaluación Auténtica” buscando tornarse en un proceso que en conjunto con los demás procedimientos instruccionales promueva el logro de aprendizajes significativos. En esta nueva concepción de evaluación es el escolar quien debe asumir la responsabilidad de su propio aprendizaje, siendo el docente sólo un mediador entre él y el conocimiento.
Por lo tanto en nuestro quehacer pedagógico, debemos tender a llevar a cabo
una evaluación de los aprendizaje, que nos permita regular los aprendizajes; es
decir, comprenderlos, retroalimentarlos y mejorar los procesos involucrados en
ellos. El nuevo enfoque curricular tiene por centro la actividad de los
estudiantes, sus características y conocimientos previos y los contextos donde
esta actividad ocurre. Centrar el trabajo
pedagógico en el aprendizaje más que en la enseñanza, exige desarrollar
estrategias pedagógicas diferenciadas, adaptadas a los distintos ritmos,
estilos de aprendizaje. También implica reorientar la práctica pedagógica desde
su forma actual, predominantemente discursiva y basada en destrezas, a una
modalidad centrada en actividades de exploración, de búsqueda de información,
de construcción y comunicación
de nuevos conocimientos por parte de los estudiantes, tanto individual como cooperativa.
La evaluación del aprendizaje debe estar al servicio
del aprendizaje, no buscando solo informar un resultado sino registrar un proceso, mostrando la evolución
del aprendizaje con el objetivo de evaluar el progreso, tendiendo así hacia una evaluación formadora. Es decir la evaluación
debe valorar el aprendizaje midiendo el progreso, enseñándonos como educadores
a aprender a reconocer y apreciar el progreso a medida que va ocurriendo, Valorando
no midiendo si hay mucho poquito o nada de capacidad intelectual, recursos cognitivos,
inteligencia emocional, corporal, artística, pues lo que nos debe interesar es
conocer lo que el estudiante puede lograr para desde allí guiarlo con pequeños
retos a su propia superación. Y esto se logra comparando sus logros consigo
mismo no con otros para conocer si es mejor o peor que otro estudiante su edad,
de este u otro país. Porque cuando un educador logra olvidarse de un número
logra conectarse con la posibilidad, y es ahí donde emergen los recursos, se
abren nuevos caminos y florecen los aprendizajes, tomando muy en cuenta que estamos en contacto con
personas en desarrollo, en crecimiento, en desafió, aprendamos a hablarles de
una manera que se sientan confiados y valorados, aunque parezca algo trivial
los malos resultados en evaluaciones afecta la autoestima de nuestros
estudiantes, por ello debemos retroalimentar de manera oportuna, positiva, constructiva
y motivadora, conllevándolos siempre a
la reflexión de sus aprendizajes o a la Metacognición.