jueves, 28 de noviembre de 2013

NUEVAS TENDENCIAS DE LA EVALUACIÓN


LAS NUEVAS TENDENCIAS DE LA EVALUACIÓN DEL APRENDIZAJE  EN EL  QUEHACER PEDAGÓGICO

 

JAVIER ESTEBAN LEÓN DÍAZ

 

 

Como docentes comprometidos con la calidad educativa que se brinda a nuestros estudiantes,  es que buscamos actualizarnos y capacitarnos como hoy lo hacemos en esta interesante Especialización en matemática, pretendiendo  así aprender de nuestra práctica y las experiencias de los demás colegas, comprobando, día a día, que la evaluación cobra una importancia cada vez mayor porque desempeña un papel primordial en el proceso de enseñanza aprendizaje.

La evaluación en el ámbito educativo tiene como propósito fundamental mejorar el proceso y los resultados del aprendizaje. En este sentido se debe realizar en forma permanente de tal manera que sepamos dónde están las potencialidades, las virtudes, los vacíos o las dificultades, con la finalidad de intervenir oportunamente para superarlas. En este sentido, se dice que la evaluación permite un seguimiento de las capacidades y competencias para identificar hasta qué punto el estudiante ha aprendido.  Según Angulo Rasco advierte que: “el concepto de evaluación tiene más sinónimos de los que un buen diccionario de la lengua española podría soportar.”, esto ha ocasionado que a lo largo del tiempo se la emplee con diversas formas y finalidades. Por ello en este ensayo se intenta hacer una reflexión sobre las nuevas tendencias de la evaluación del aprendizaje en el quehacer pedagógico.

En nuestra práctica pedagógica, cuando ejecutamos la evaluación del aprendizaje en particular, los docentes raramente seguimos los principios de un paradigma bien definido. Más bien, parece ser que mucho de la forma de hacer educación en las instituciones educativas está más basada en la intuición y experiencia del docente que en el seguimiento de principios psicopedagógicos probados. Uno puede decirse a sí mismo constructivista, cuando en realidad procede a veces de una forma humanista para tratar de entender el sentir de sus alumnos, o de una forma conductista cuando el docente pierde la paciencia y utiliza la evaluación con fines punitivos y sancionadores a sus estudiantes por portarse mal.

El currículum oficial puede decir una cosa, pero a veces el currículum real que se lleva a cabo en los salones de clases plantea situaciones distintas. Muchas veces, cuando llevamos a cabo la evaluación del aprendizaje, suponemos que estamos siendo muy objetivos, justos y equitativos al evaluar a nuestros alumnos y al asignarles calificaciones. A pesar de esto, sabemos que no todos los alumnos quedan satisfechos con nuestra forma de evaluar. Nunca falta un alumno que argumente que su calificación  asignada es injusta y que por ende muestre su malestar. Y también tenemos el caso de alumnos que no dicen nada, que no tienen argumentos para cuestionarnos, pero que de alguna forma muestran una afectación en su estado emocional y un posible daño en su autoestima. En consecuencia algunos estados emocionales llegan a afectar la motivación para aprender.

Aceptemos a no, los docentes tenemos, a veces, predisposiciones a favor o en contra de ciertos alumnos. Nos sentimos más inclinados a aquellos que nos ponen más atención en el aula y a veces generamos estereotipos de nuestros alumnos, estereotipos que muchas veces se convierten en prejuicios y los prejuicios en discriminación. Por ello es importante llevar a cabo una evaluación inicial o diagnóstica para identificar los problemas a solucionar en el proceso educativo o conocer desde donde debemos partir con el aprendizaje de los estudiantes para lograr que mejoren día tras día.

El papel que toma la evaluación en las sesiones de aprendizaje, debe ser de acuerdo a un modelo en el cual se tomen las experiencias que han adquirido los estudiantes, para que los objetivos se cumplan es necesario la participación no sólo de los docentes, sino también de los padres de familia, los estudiantes, las asociaciones, el personal no docente, entre otros. Esta participación repercutirá en las decisiones referidas a las estrategias, técnicas e instrumentos a utilizar, y más que nada en los aprendizajes que adquieran los estudiantes.

Anteriormente en la evaluación se definían los objetivos en términos que se podían medir y observar, la importancia radicaba en medir un conocimiento por medio de los resultados obtenidos. Aún en el sistema existen docentes que mantienen la evaluación como un proceso difícil de manejar y que sus exigencias son complicadas para el estudiante debido a que aumentan la dificultad de lo exigido o bien a que se modifican los modelos de corrección y evaluación. Estas evaluaciones tradicionales, sólo revelan, lo que fuera de contexto, el estudiante pueda reconocer, recordar de aquello que aprendió,  usualmente se limita a la prueba de papel y lápiz y de respuestas únicas. Las pruebas tradicionales, piden al estudiante el seleccionar o el escribir la respuesta correcta, sin tener en cuenta las razones, es decir evalúa en forma estática y a menudo arbitraria los elementos que operativizan las habilidades que se pretenden lograr.

Ahora podemos observar, que las tendencias de la evaluación de los aprendizajes, trazan direcciones tales:

  • Del rendimiento académico de los estudiantes, a la evaluación de la consecución de los objetivos programados.
  • De la evaluación de productos (resultados), a la evaluación de procesos y productos.
  • De la búsqueda de atributos o rasgos estandarizables, a lo singular o idiosincrásico.
  • De la fragmentación, a la evaluación holística, globalizadora, del ser (el estudiante) en su unidad o integridad y en su contexto.

 

Estas tendencias no se dan de modo paralelo, tienen múltiples puntos de contacto y funciones entre sí. Algunas van perdiendo fuerza dentro de las ideas pedagógicas, aun cuando dominan la práctica; otras se vislumbran como emergentes.

La primera línea enunciada se mantiene, en lo fundamental, centrada en los productos o resultados. En los primeros decenios del presente siglo la atención al rendimiento académico de los estudiantes, fue el aspecto privilegiado en la evaluación del aprendizaje. Además el sistema de referencia basado en la norma, privilegia la obtención de indicadores estandarizables del objeto de evaluación, comunes a todos los individuos evaluados, de modo que permita establecer la posición relativa de cada uno con los demás. A tal efecto la aplicación de exámenes, iguales en cuanto a contenido y forma, unifica la situación de prueba, por lo que sus resultados sirven para establecer los estándares y comparar las realizaciones individuales con los mismos, La evaluación de y por objetivos, surge y se constituye en el paradigma, aun dominante, de la evaluación del aprendizaje. Se trata igualmente de buscar los productos del aprendizaje para valorarlos, pero marca diferencias importantes respecto al simple rendimiento o aprovechamiento docente anteriormente referido. Sin embargo esta evaluación es insuficiente, porque desatiende el proceso de aprendizaje.


        La evaluación deber ser vista como un proceso, no como un suceso en el cual se deben buscar vivencias de aprendizaje y no sólo evidencias. Es así como toma forma el concepto de “Evaluación Auténtica” buscando tornarse en un proceso que en conjunto con los demás procedimientos instruccionales promueva el logro de aprendizajes significativos. En esta nueva concepción de evaluación es el escolar quien debe asumir la responsabilidad de su propio aprendizaje, siendo el docente sólo un mediador entre él y el conocimiento.

 

Por lo tanto en nuestro quehacer pedagógico, debemos tender a llevar a cabo una evaluación de los aprendizaje,   que nos permita regular los aprendizajes; es decir, comprenderlos, retroalimentarlos y mejorar los procesos involucrados en ellos. El nuevo enfoque curricular tiene por centro la actividad de los estudiantes, sus características y conocimientos previos y los contextos donde esta actividad ocurre. Centrar el trabajo pedagógico en el aprendizaje más que en la enseñanza, exige desarrollar estrategias pedagógicas diferenciadas, adaptadas a los distintos ritmos, estilos de aprendizaje. También implica reorientar la práctica pedagógica desde su forma actual, predominantemente discursiva y basada en destrezas, a una modalidad centrada en actividades de exploración, de búsqueda de información, de construcción y comunicación de nuevos conocimientos por parte de los estudiantes, tanto individual como cooperativa.

 

La evaluación del aprendizaje debe estar  al servicio del aprendizaje, no buscando solo informar un resultado sino  registrar un proceso, mostrando la evolución del aprendizaje con el objetivo de evaluar el progreso, tendiendo así  hacia  una evaluación formadora. Es decir la evaluación debe valorar el aprendizaje midiendo el progreso, enseñándonos como educadores a aprender a reconocer y apreciar el progreso a medida que va ocurriendo, Valorando no midiendo si hay mucho poquito o nada de capacidad intelectual, recursos cognitivos, inteligencia emocional, corporal, artística, pues lo que nos debe interesar es conocer lo que el estudiante puede lograr para desde allí guiarlo con pequeños retos a su propia superación. Y esto se logra comparando sus logros consigo mismo no con otros para conocer si es mejor o peor que otro estudiante su edad, de este u otro país. Porque cuando un educador logra olvidarse de un número logra conectarse con la posibilidad, y es ahí donde emergen los recursos, se abren nuevos caminos y florecen los aprendizajes, tomando  muy en cuenta que estamos en contacto con personas en desarrollo, en crecimiento, en desafió, aprendamos a hablarles de una manera que se sientan confiados y valorados, aunque parezca algo trivial los malos resultados en evaluaciones afecta la autoestima de nuestros estudiantes, por ello debemos retroalimentar de manera oportuna, positiva, constructiva y motivadora, conllevándolos siempre  a la reflexión de sus aprendizajes o a la Metacognición.